Galileo Galilei.

La primera tentativa de medir la velocidad de la luz fue realizada por Galileo, tras haber intentado medir previamente la velocidad de sonido. Para esta medición utilizó un método similar al utilizado con el sonido.

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Galileo midió la velocidad del sonido en el aire de una manera sencilla y exacta para su época.

Galileo y su ayudante dispararon un cañón (cargado sólo con pólvora) a las doce de la noche.

Ambos investigadores se situaron en un monte próximo, a una distancia de unos 3.500 metros del lugar donde estaba el cañón; iban provistos de un «pulsilogium», aparato inventado por Galileo para medir el tiempo contando las oscilaciones de un pequeño péndulo. El experimento se realizó de la siguiente manera:

Cuando el capitán disparó el cañón, Galileo y su ayudante vieron el resplandor de la pólvora y empezaron a contar las oscilaciones del «pulsilogium»: uno, dos, tres… (esperando el momento en el que el sonido producido por el cañonazo llegase hasta ellos), siete, ocho, nueve, diez. Galileo calculó en voz alta: 350 metros por segundo.

De manera semejante, Galileo se planteó la forma de medir la velocidad de la luz. Galileo colocó a un ayudante a gran distancia, en el campo con una linterna y un soporte por el que hacía pasar la luz. Dedujo así que la experiencia de cada día nos enseña que la propagación de la luz es instantánea; porque, cuando vemos disparar de muy lejos una pieza de artillería, el chispazo nos llega a los ojos, sin que transcurra tiempo; y, en cambio, el sonido no llega a nuestros oídos sino tras un intervalo perceptible.

Su resultado no fue válido, puesto que como se sabría después, la velocidad es demasiado grande para poder medirse con un método tan burdo.

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